domingo, 13 de febrero de 2011

SIGLO XIX: EDUCACIÓN DE ADULTOS

2. SIGLO XIX : EL DESIGUAL AVANCE DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
2.1 PANORAMA EUROPEO
El progresivo abandono del Antiguo Régimen y la penetración de los modos de producción industrial comenzarán a tener implicaciones irreversibles en el sistema educativo y en la EA. Así como en los siglos anteriores la alfabetización sirve sobre todo para fines catequéticos, al secularizarse la sociedad, la lectura, la escritura y el cálculo se ponen al servicio del sistema productivo (Gómez,2001: 168). En los países más industrializados a finales del siglo XVIII y principios del XIX las clases oprimidas hicieron grandes esfuerzos por romper las barreras que las privaban de una educación que fuera más allá de la elemental y que las excluía de toda participación en la vida cultural (Dave,1979: 61). En Inglaterra, desde el siglo XVIII la industrialización irá acabando con el sistema gremial de aprendizaje, al tiempo que creará escuelas ligadas al movimiento obrero. Durante los siglos XVIII y XIX surgirán nuevos y distintos sistemas de F.P en los países europeos, que sólo a mediados del siglo XX irán armonizándose (Wollschläger, 2004: 6-9). En Dinamarca nacen las primeras Universidades Populares. En Francia, y buen parte de Europa, las iniciativas de EA responderán a una pedagogía realista, vuelta a lo concreto, hacia la vida cotidiana y profesional.
Comienzan a producirse experiencias de gran interés como las propuestas de Nicolai F.S. Grundtvig (1783-1872). El por algunos tenido “Padre de la EA” era un clérigo danés inconformista, además de poeta, historiador, político y pedagogo. Impulsó las escuelas secundarias populares, “escuelas para la vida”, abiertas a la voz del pueblo y a la realidad cotidiana. En ellas, la “reciprocidad viva” y la “palabra viviente”, de inspiración cristiana, se presentan como alternativa a las clases formales, surgiendo del intercambio de experiencias personales entre el educador y el educando (Lawson, 1992: 120)
2.2 ESPAÑA : NACE OFICIALMENTE LA E.A.
En nuestro país, a lo largo de esta centuria, a los desastres naturales, se sumarán guerras, revoluciones, restauraciones y cantonalismos varios. Toda esta suerte de convulsiones se verá rematada por la crisis del 98 y la liquidación del Imperio español. Es en este escenario, más agrario que industrial, es donde aparece oficialmente la “educación de adultos”. Entre las disposiciones legales al respecto se destacarían:
1.813: Informe Quintana. Fue presentado a las Cortes de Cádiz y contenía la primera referencia a la educación de adultos, incluyendo la educación de las mujeres. Contemplaba la formación de los “fabricantes”, “menestrales” y “artesanos”, distinta de la requerida para “profesiones liberales”. No se llegó a hacer ley tras la restauración absolutista.
1.821: En el Reglamento General de Instrucción Pública aparece por vez primera el término “educación de adultos”.
1838: El Plan Someruelos, en su artículo 37, animaba a las administraciones locales, diputaciones y municipios a que fomentaran las “escuelas de adultos” para los mayores de 13 años.
1840: Se tienen noticias de las primeras escuelas de adultos. Hay, separadamente, clases para las mujeres adultas de instrucción elemental y “sus labores”.
1.844: La Guía legislativa e inspectora de instrucción primaria clarifica la finalidad de la EA: Suplir la falta de instrucción de personas de ambos sexos que no habían recibido formación elemental.
1.857: La Ley Moyano insiste en las buenas intenciones de la ley Someruelos y concreta las características de las escuelas para adultos: clases diarias nocturnas y clases dominicales, de alfabetización y ampliación de conocimientos.
1874-1900: Tras el paréntesis revolucionario, llega la Restauración. La agitada alternancia de liberales y conservadores no permite un mayor desarrollo legislativo en esta materia.
En 1876 Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza que, desde la neutralidad religiosa y política, servirá de inspiración a los movimientos de renovación pedagógica entre la 1ª y la 2ª Repúblicas. Su propuesta: coeducación y educación integral a lo largo de toda la vida. El extenso currículo de la I.L.E. incluía enseñanzas académicas y no académicas. Pretendía ser una enseñanza liberal, laica e idealista, para lograr “espíritus forjados a la vez que amueblados” (Moreno, 1974: 384).
Durante todo el siglo se irán fundando Escuelas de Artes y Oficios, que se ocuparán de la formación práctica de artistas y artesanos. Muchas de ellas originadas en las Sociedades Económicas de Amigos del País.
En general, durante este periodo, el gobierno dejará al arbitrio y buena voluntad de las administraciones locales el fomento de las clases de primeras letras para adultos. Desgraciadamente no hemos encontrado información respecto al grado de cumplimiento de la normativa. En cualquier caso, su incidencia en la elevación del nivel cultural de la población debió ser muy limitada, ya que a finalizar el siglo XIX la tasa de analfabetismo se situaba en España por encima del 60 %, (Luzuriaga, 1926).
2.3 MURCIA : UN SIGLO PARA OLVIDAR
El siglo XIX se inicia en la región con una terrible sequía, a la que sucedió una hambruna tal que labriegos y huertanos vagaban por los pueblos mendigando un mendrugo de pan. Luego vendría la gran riada de 1802, la Guerra de la Independencia, la invasión francesa, los saqueos, las epidemias, los terremotos, el bandolerismo, etc. Con gran razón, un estudioso de la época dice: “Los cuatro jinetes del Apocalipsis parecían andar a su aire por las tierras murcianas” (Flores Arroyuelo, 1.989: 385-400). Con este fatal panorama, la región de Murcia, con su atraso secular, su conservadurismo y su caciquismo, no parecía dispuesta a abandonar el Antiguo Régimen. El boom minero de Cartagena, Águilas y Mazarrón, además de los talleres artesanales, de seda y paños, de Murcia y Lorca no serían suficientes para salir de esa situación preindustrial.
Del lamentable estado de la instrucción popular en el siglo XIX da cuenta la tasa de analfabetismo, un 80 % de la población regional, según el censo de 1860. En éste y en el siguiente siglo, Murcia, Cartagena y Lorca estarán entre los municipios españoles menos alfabetizados. Esta tasa global no ocultaba las realidades intramunicipales determinadas por las variables de género y procedencia. El mayor porcentaje de alfabetizados se daba entre los varones del medio urbano, y el menor entre las mujeres del medio rural, ya fuera campo o huerta (Marín y Viñao, 1988). Una caracterización del analfabetismo que se mantendrá hasta finales del siglo XX.
El siglo XIX proporcionó algunas iniciativas privadas de educación de adultos, en un sentido amplio:
Los Liceos: En 1838 se creó el de Murcia. Posteriormente se fundará otro en Lorca (1890). Los liceos eran instituciones que pretendían el fomento de la cultura y, entre otras actividades, publicaban revistas de contenido científico y literario (Alonso, 1995: 237-238) No será preciso explicar que en una sociedad mayoritariamente iletrada estos centros- de reminiscencias aristotélicas - habrían de tener un carácter elitista. En el siglo siguiente se creará el Liceo de Obreros de La Unión, de muy diferentes características.
Los Círculos Católicos de Obreros: En 1.890 se crean en Cartagena y Lorca y, dos años después, en Murcia. Se planteaban una cuádruple finalidad: económica, instructiva, religiosa y recreativa. Especial mención merece el Circulo de Cartagena, donde su programa de educación de adultos llega a contar con casi un centenar de alumnos. El de Cehegín se fundará en el siguiente siglo. Estos acercamientos de la Iglesia al mundo obrero cristalizarían, en algunos casos, en la creación de cajas de ahorro o sindicatos católicos (Alonso, 1995: 195)
Los Ateneos eran instituciones próximas a la burguesía ilustrada local. El primero de la región se creará en Lorca (1871). Eran centros de difusión cultural, que impartían clases de idiomas, cultura general y artes; convocaban certámenes; y realizaban conferencias y actividades teatrales y musicales. Inspirados en los históricos ateneos de Grecia y Roma, lograron bastante eco popular. Los Ateneos Populares y los Ateneos Obreros, vinculados a los movimientos obreros y sindicales, existieron a partir del último cuarto de siglo, entre la 1ª y la 2ª Repúblicas, eran de ideología izquierdista y republicana, y desarrollaban diversas actividades lúdicas y formativas.
En 1837 se funda el instituto Alfonso X el Sabio, de segunda enseñanza. Fue uno de los pioneros de España y, durante muchos años, el único de la región. Se creó con rentas procedentes de la desamortización de 1836 y tuvo que rivalizar con el Seminario y las Cátedras de “La Económica”. Hasta 1916 no admitiría la matrícula oficial de mujeres (Alonso, 1995: 138-139).
El agitado siglo XIX genera la EA pero, en la mayoría de los casos, la falta de financiación y de voluntad política haría que estos programas no pasaran de ser una simple idea. La EA a nivel legislativo estaba más cerca del deseo y la recomendación que de la promulgación de medidas que debieran ser ejecutadas. Los sucesivos gobiernos no encontrarán recursos y se limitarán a animar a las administraciones locales para que creen y mantengan las “lecciones de adultos” (Gómez R. de Castro, 1994:170).

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