martes, 15 de febrero de 2011

ANTECEDENTES DE LA EDUCACIÓN DE ADULTOS

DOS SIGLOS DE EDUCACION  DE PERSONAS ADULTAS
                                                   
                               Antonio Alcaraz Martínez
                       

                                                (Página en construcción...)





1.     1.   LOS ANTECEDENTES: DE LA ANTIGUA GRECIA A LOS ILUSTRADOS ESPAÑOLES

1.1 LA ANTIGÜEDAD : GRECIA Y ROMA
Tras la revolución neolítica, la educación deja de ser una acción espontánea y social que integra perfectamente al individuo primitivo en su medio. Era entonces un proceso total y permanente de adquisición de destrezas y competencias para cazar, pescar, recolectar, luchar…para vivir. En la Antigüedad, a raíz de la invención de la agricultura y las nuevas formas de producción, la organización social se hace más compleja. La nueva realidad socioeconómica generará estamentos y clases, grupos humanos privilegiados y grupos oprimidos. Surgirá una formación selecta- frente a otra popular- que tratará de perpetuar una sociedad desigual. Pero en ambos grupos se echará en falta esa educación integral, y para la vida, que hiciera a la persona primitiva más conforme a su entorno natural y, quizás, más feliz.
Ya en el siglo V a.C. Platón (2008.), desde su idealismo aristocrático, defendía una educación completa, común a mujeres y hombres, y que se extendiera a todas las edades. Para él, la igualdad en la educación era la clave para hacer de su utópica “Magnesia” una sociedad en paz, virtuosa y feliz. Su discípulo Aristóteles, desde una posición más pragmática y realista, señalaría a la educación de los ciudadanos como la función esencial del Estado. Eran los tiempos en que los niños y efebos más afortunados acudían a palestras y escuelas de música y de gramática. Los jóvenes y adultos contaban con otras instituciones, los Gimnasios, que más allá de centros de educación física, pronto se convertirían en verdaderos centros culturales, o de educación de adultos. En ellos tenían cabida las actividades musicales, poéticas, literarias, oratorias, filosóficas, etc. La Academia, de Platón, y el Liceo, de Aristóteles, serán dos ejemplos de ellos. De otra parte estaban los filósofos sofistas, el verdadero antecedente de la educación liberal, los “curricula” y la formación permanente. Estos retóricos, además de ampliar el concepto de paideia (formación integral) y extender la educación más allá de la infancia y la adolescencia, afirmaban que el interés y el deseo de perfeccionarse no tenían límite en el tiempo. (Abbagnano y Visalberghi, 1976 :61-63). Sócrates fue, antes que nada, un virtuoso indagador de la verdad, y un filósofo ejemplar, enfrentado al mercantilismo de los sofistas. Para Platón, su discípulo, fue “el mejor de los hombres que ha existido”. Su honradez, como es bien sabido, le llevaría a enfrentarse al sistema, y a la muerte. En el método “socrático” – basado en el diálogo (ironía y mayéutica)- el maestro actúa como “facilitador, ayudando al alumno en el alumbramiento de la verdad (que está dentro de él). Ambos sujetos comparten el doble rol de educando-educador, pero el alumno es el protagonista del proceso de aprendizaje (Moreno, 1974: 77). Sócrates, precursor de la pedagogía moderna, enseñaba de todo, a todos y en todo momento. Méritos que le hacen merecedor del título de primer educador de adultos de la historia. 



Es preciso señalar que, estos amantes y aristócratas del saber, vivían en una ciudad, la adelantada Atenas, donde el concepto de ciudadano era sumamente restrictivo: no incluía a mujeres- recluidas en los “gineceos”-, ni a esclavos, ni a inmigrantes, ni a pobres, ni a menores de edad, etc. Estos filósofos, sin pretenderlo, nos mostraban el largo camino de dignificación que el ser humano tenía por delante: pasar de su condición de esclavo a siervo y, de ahí a la de ciudadano, con plenos derechos y libertades y sin distinción de sexo o condición alguna.
Con Roma, el ideal pedagógico pasará de la “padeia” a la “humanitas”: el perfecto ciudadano, al servicio del Estado. El hispanorromano Quintiliano, en su Institutiones Oratoriae, sostiene que ese ideal debía culminar en el perfecto orador. La oratoria y la retórica serán la piedra angular de la educación antigua (Debesse y Mialaret,1974: 82). El cordobés Séneca (4 a C - 65 d C), en De “Brevitate Vitae”, nos dice que “debe aprenderse a vivir durante toda la vida, que toda la vida es una escuela… pues de todo y de todos aprendemos”. En el siglo primero Cartago Nova, importante urbe de Hispania, sería testigo de la primera regulación de la educación, que incluía el mantenimiento público de los maestros de primeras letras (generalmente subsistían de las donaciones de sus alumnos). Fue con el emperador Vespasiano cuando comenzaron a proliferar las escuelas populares en las ciudades. Preceptores, frecuentemente esclavos, en las familias ricas, y escuelas de pobres, para las primeras letras. En el Imperio romano, el Estado subordinará las escuelas a sus propias necesidades, formando, según interese, al guerrero, al ciudadano o al escriba-funcionario. (Abbagnano y Visalberghi, 1976: 126-129). Destacaba en esta civilizción el importante papel de la familia, del pater familias y de la matrona romana como principales agentes educativos. Eran tiempos en los que la mujer- ciudadana llegó a gozar de un notable grado de libertad e influencia social. Como en tiempos sucesivos, la educación se irá configurando de acuerdo con las demandas de la sociedad, reflejando y reproduciendo la ideología de ésta. En estas sociedades esclavistas, frecuente y paradójicamente, las relaciones de dominación se invertirán en la acción pedagógica y el esclavo actuaba como educador de su señor. 

1.2 LA EDAD MEDIA
La formación del perfecto cristiano será en la Edad Media occidental el ideal pedagógico dominante. La obra enciclopédica del cartagenero San Isidoro (570-636) tuvo gran influencia en la formación de clérigos de las escuelas monásticas y episcopales. Sus “Etimologías u Orígenes” venían a condensar los saberes de la época, tanto en las artes liberales como en las manuales. Dotadas de un carácter doctrinal y científico, serían libro de texto durante más de quinientos años. San Isidoro fundaría por toda la Bética numerosas escuelas monacales para la instrucción de clérigos y niños. Con todo, estas escuelas de primeras letras escolarizaban sólo a una pequeña parte de la población. En estos duros siglos del Medievo la sociedad laica era agraria e iletrada y el propio emperador europeo Carlomagno, al igual que su padre, no sabía leer ni escribir. En Murcia y en otros reinos musulmanes españoles, la oferta formativa de los “freires” cristianos tenía su equivalente en las “madrazas” y escuelas coránicas de las mezquitas, y en los centros de estudio de las sinagogas judías. No cabía esperar otra cosa de aquellas sociedades teocráticas, donde la religión impregnaba y determinaba la vida pública y privada de las personas.
La enseñanza media y superior, restringida a los futuros religiosos, se llevaba a cabo en monasterios y catedrales. Allí se impartían las artes liberales ( “trívium” y “quadrivium”). De ellas surgirán, hacia el siglo XII, las primeras Universidades. La formación de caballeros y nobles tenía carácter privado y se realizaba en los propios palacios y castillos. La educación nobiliaria contaba con ayos y maestros, y con un dilatado tirocinio junto a caballeros, primero como pajes y luego como escuderos. El aprendizaje del caballero incluía las artes guerreras, la caza y las formas “corteses” (incluida la música). Más adelante, en las escuelas de pajes y de príncipes, además de alfabetizar, se impartirán las artes liberales y otras enseñanzas. El aprendizaje de oficios manuales, reservado al pueblo, se ejecutaría en los talleres, de manera oral y a cargo de los maestros y oficiales. 


Una experiencia cultural y educativa que ha pasado a la historia regional sería la creación, en el siglo XIII, por parte de Alfonso X el Sabio de un “studium generale” en Murcia, a semejanza de los de Toledo y Sevilla. Esta escuela de traductores alfonsina, que congregaba a sabios cristianos, judíos y musulmanes, se considera el antecedente de la primera Universidad de nuestra región. 
En la Edad Media la formación organizada, más allá de las primeras letras, era absolutamente elitista, reservada al estamento de “oratores” y, en menor medida, a los nobles “milites”. Los pobres “laboratores”- los siervos y villanos- habrían de conformarse con aprender el oficio de sus progenitores para, con su trabajo, asegurar la subsistencia del mundo. La mujer medieval, careció del grado de libertad y poder que tuvo en la civilización romana; su dignidad era mayormente “espiritual” y su modelo: la Virgen María (la virtud y el sacrificio). Era aquél un orden perfecto, “divino”, que hasta el mismo santo Tomás defendería apasionadamente. 


 
1.3 RENACIMIENTO Y EDAD MODERNA
Con el Renacimiento y el Humanismo, frutos de la prosperidad económica, se va a propiciar un impulso cultural que se extenderá a capas más amplias de una sociedad que verá aminorado su carácter religioso. Al situar a la persona en el centro del interés social y cultural, la pedagogía y la educación integral, incluyendo el enseñar a razonar, comenzarán a adquirir protagonismo. Erasmo de Rotterdam (1466-1536) llega a decir: “No se puede considerar hombre a quien carezca de letras…un hombre no instruido en la filosofía u otras disciplinas es una animal inferior incluso a las bestias”. Luis Vives (1492-1540), filósofo y pedagogo valenciano, preceptor de princesas y, a la vez, precursor de los servicios sociales, sería otro defensor de la nueva educación humanista, ocupándose del desarrollo psicológico y de la formación de la mujer (Abbangnano y Visalberghi,1976: 228). En esta época renacerán las utopías platónicas y la consideración de la educación como panacea contra los males sociales y medio para lograr el ideal de hombre autónomo. Primero será Tomás Moro (1478-1535), el que defienda una sociedad igualitaria, “Utopía”, donde todas las personas disfrutarían de la cultura y compartirían el trabajo. Para su desgracia, Enrique VIII le hizo pagar con la vida su espíritu crítico e independiente. Más tarde sería T. Campanella (1568-1639) quien, en la “Ciudad del Sol”, reivindicase una sociedad comunista, en la que todos trabajarían (“cuatro horas diarias”) y que extendería la educación a la edad adulta. Aunque lo intentó en las cortes de España y Francia no logró implantar tan idílico sistema social. Otros ideales educativos menos revolucionarios, más pragmáticos, los hallamos “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo y en su réplica católica, la “Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas” de Saavedra Fajardo (1584-1648), el político y literato barroco de Algezares. La educación de príncipes y nobles estadistas sería una preocupación recurrente en el Antiguo Régimen.
A pesar de lo anterior, Occidente transitaba por la Edad Moderna. La economía y la sociedad habían experimentado profundos cambios, y la burguesía se abría paso inconteniblemente. La nueva mentalidad hará que proliferar las universidades y los establecimientos educativos. Destacó, en la Europa protestante, el impulso dado a las escuelas humanísticas, las primeras escuelas populares reformistas, que impartían enseñanza elemental, media y universitarias. Del lado católico, la Compañía de Jesús con su eficaz método de enseñanza, representó el esfuerzo contrarreformista de la Iglesia católica. Se ocupaba de unas enseñanzas media y superior, reservadas a la formación de los futuros clérigos y a las clases acomodadas. En Murcia, los jesuitas fundarán su primer colegio en 1555 (en el siguiente siglo se crearían los de Caravaca, Cartagena y Lorca.). Otras órdenes religiosas, como escolapios y “escuelas pías”, de San Felipe de Neri y San José de Calasanz, respectivamente, se ocuparán de la enseñanza elemental con los más desfavorecidos. En todas estas iniciativas hay una gran preocupación y cuidado con la metodología. Se busca la motivación y el estímulo hacia el estudio, dentro, eso sí, de la lógica finalidad proselitista.
Una de las más señaladas propuestas de renovación pedagógica fue la propugnada por Comenio (1592-1670). Luterano y europeísta, divulgó por toda la Europa protestante sus ideas reformistas en materia de educación. Insistía en el concepto invocado por Séneca de que “todos aprendemos de todos” al evocar un viejo adagio: “Aprendí mucho de mis maestros, pero más de mis condiscípulos, y mucho más de mis discípulos”. Para Gómez R. de Castro (1994), se anticipaba al concepto de educación permanente al describir las siete escuelas de la vida: prenatal, infantil, puericia, adolescencia, juventud, adultez y vejez. 


1.4 ILUSTRACIÓN Y REVOLUCIÓN BURGUESA
En el paso del Antiguo Régimen a la Civilización Contemporánea se produce una crítica radical a los sistemas educativos, por desfasados de la realidad social. Las escuelas parecían estar más interesadas en el dominio del latín y el griego, lenguas muertas, que de la lengua materna, el vehículo cotidiano de comunicación. Tampoco el estudio de la gramática, la retórica o la literatura dejaban tiempo para la adquisición de conocimientos científicos actualizados. Es el momento en que los autores de la “Enciclopedia” francesa demandan una escuela estatal, laica, científica y natural. Pero entre los ilustrados no existirá consenso sobre la necesidad de extender la educación a las clases más populares. “No es al peón al que hay que instruir, sino al buen burgués, al habitante de la ciudades”, llega a decir Voltaire (1694-1778). Diderot (1713-1784) muestra su desconfianza respecto a la influencia de la educación cuando afirma que “el campesino que sabe leer y escribir es muy difícil de oprimir… habría que actuar para que una vez ilustrado no abandonara su profesión” (Debbese y Mialaret,1974: 85). Los ilustrados, a fin de cuentas, son esclavos de su tiempo, de su condición social burguesa y de sus propias pasiones personales, por eso no es de extrañar que J.J. Rousseau (1712-78), paladín del naturalismo pedagógico, al hablar de la mujer afirme que su destino es “agradar al hombre” (Moreno, 1974:299).
Destaca la aportación del marqués Nicolás de Condorcet (1741-1794) a la educación de adultos en su “Informe para la Organización General de la Instrucción Pública”. Condorcet en su “rapport” presentado a la Asamblea Nacional Francesa proponía que la instrucción abarcara todas las edades, “pues en todas ellas era posible, y útil, aprender”. Además añadía que era necesario que a los ciudadanos se les enseñara la forma de formarse a sí mismos…una educación universal, pública y autónoma, con coeducación de ambos sexos y científica. Su intento revolucionario se vio truncado, pues los avatares políticos le llevaron a la cárcel y al suicidio (Abbagnano y Visalberghi, 1976: 382-383). Con las reservas arriba expresadas, se puede decir que los pedagogos ilustrados pusieron la instrucción al servicio del progreso y de los principios revolucionarios de libertad e igualdad, en el contexto de su lucha por disputar el poder a los estamentos hasta entonces privilegiados (clero y nobleza).
1.5 LAS SOCIEDADES ECONÓMICAS DE AMIGOS DEL PAÍS
En el siglo XVIII murciano, la construcción del Arsenal y las defensas de Cartagena y los talleres artesanales de paños y seda, en Lorca y Murcia, son las excepciones industriales que confirman una realidad regional agraria y preindustrial. En esta sociedad atrasada y desescolarizada ejercieron gran protagonismo los ilustrados de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y su preocupación por el progreso y la educación.
“La Económica” de Murcia (1777) se ocuparía del fomento de la educación popular y los saberes útiles, de acuerdo con las propuestas que, a nivel nacional, formuló Campomanes en sus “Discursos sobre la Educación Popular de los Artesanos y su fomento”. El político asturiano ponía la educación al servicio de un ideario de dignificación de los oficios y del trabajo productivo, al tiempo que proponía la creación de las Reales Sociedades Económicas frente la obsolescencia de la formación impartida por los gremios, siempre reacios al cambio tecnológico (Anes, 2002: 203-205). Entre las iniciativas de “La Económica” murciana figuraban: la financiación de escuelas de primeras letras para niños pobres, la creación de cátedras (economía, matemáticas, geografía, gramática), la impartición de conferencias y la puesta en marcha de escuelas de labor. Entre estas últimas estaba la Escuela Patriótica de Dibujo, Aritmética y Geometría, de la que Francisco Salzillo sería el director, y en donde impartiría clases nocturnas para la formación de base de artesanos y artistas locales. Se trataba de instruir a los trabajadores en los saberes útiles para el desarrollo socioeconómico (Ballesta, 1985). En el siguiente siglo se crearán otras Sociedades en la región. La de Cartagena (1833), que tendría gran actividad comarcal y pervivencia; y la de Lorca (1862), con su lema “Socorre enseñando”, y su objetivo : “Promover la riqueza pública con relación a la agricultura, a las artes y al comercio” . Agregadas a la Sociedad de Murcia - que perduraría hasta el siglo XX-, se fundarían otras en Cieza, Mula y Totana (Alonso, 1995). 

 
1.6 FINAL DEL SIGLO DE LAS LUCES
Hasta estas fechas, finales del siglo XVIII, no existía en Europa ni en España una educación de adultos pública y organizada. En nuestro país sólo es posible citar esporádicas iniciativas, inscritas en lo que sería la elitista divulgación cultural o las actividades de los gremios. En esos días, la mayor preocupación era recoger a los centenares de niños pobres que vagabundeaban por las calles de pueblos y ciudades, y que, aunque lo desearan, no podían acceder a un pupitre en la escuela parroquial o del concejo. El número de maestros en la capital del antiguo reino de Murcia se podía contar con los dedos de una mano. La carencia de escuelas de primeras letras para niñas era absoluta. Será con Carlos III, en 1.783, cuando se crearán escuelas de niñas en donde, además de la alfabetización, cálculo y doctrina cristiana, aprendieran las labores “propias de su sexo y condición”. El murciano José Moñino, fiscal del Consejo de Castilla, fue el hombre fuerte del rey en la defensa del despotismo ilustrado real frente al poder religioso. Además de artífice de la expulsión de los jesuitas, el Conde de Floridablanca sería un gran promotor de las escuelas de primeras letras, tanto para niños como para niñas.
Formulaciones teóricas y utópicas aparte, hijas del Siglo de las Luces, habrá que esperar a la centuria siguiente para hablar de programas de Educación de Adultos en sentido estricto. Será entonces donde el mismo proceso de industrialización va a exigir una acción formadora que compense la falta de escolarización obligatoria y acompañe la revolución tecnológica. En las sociedades tradicionales, anteriores al siglo XIX, sólo se puede apreciar la acción, más o menos informal, de “educación de adultos”, si deseamos denominar así a la transmisión de conocimientos y valores en el seno de la familia, el taller artesano, la milicia, la corte o la parroquia.

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